"Yo no puedo cambiar el mundo"
Probablemente esta sea una de las excusas más frecuentes en el ámbito de la acción social. Utilizamos a menudo la globalidad para limpiarnos las manos y dar la espalda a una sociedad que reclama a gritos que alguien haga algo. Pero, ¿qué pasaría si redujeramos la expresión a su mínimo exponente? ¿Qué sucedería si nos planteáramos la posibilidad de cambiar nuestro entorno más cercano?
Yo no puedo cambiar el mundo, pero si puedo cambiar mi vecindario, mi barrio e incluso mi ciudad. No puedo saciar el hambre en el mundo, pero quizás si pueda saciar el hambre de las personas que no tienen para comer y viven a la vuelta de la esquina. No puedo erradicar el tráfico de drogas en el mundo, ni la violencia, ni la delincuencia, pero si puedo educar a las nuevas generaciones que crecen a mi alrededor para que no caigan en sus redes. No puedo evitar que el racismo, el individualismo y la intolerancia estén presentes en cada rincón del planeta, pero si puedo luchar contra estos tres monstruos cuando mezclo culturas en un simple juego callejero. Y es entonces, cuando me atrevo a hacer algo para mejorar mi vecindario, mi barrio e incluso mi ciudad, cuando sin darme cuenta estoy cambiando el mundo.
Y tu, ¿te atreves a cambiar el mundo?
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